31 de marzo del 19

31/03/2019 § Deja un comentario

Carl Filtsch, pianista y compositor de Transilvania, niño prodigio y alumno de Frédéric Chopin, nació el 28 de mayo de 1830 en Mühlbach, Sebeș, en la actual Rumanía. Su padre, un pastor de la iglesia luterana, fue su primer maestro de piano. Su primer éxito público lo tuvo en el Gesellschaft der Musikfreunde en Viena. Carl y su hermano Joseph, también pianista infantil, llegaron a París el 29 de noviembre de 1841 e inmediatamente buscaron a Chopin para que fuera el maestro de Carl. Aunque Chopin casi nunca enseñaba a los niños, y rara vez le daba a un estudiante más de una lección por semana, accedió a enseñarle a Carl y le daba tres lecciones por semana.

Considerado el alumno más talentoso de Chopin, Filtsch recibió grandes elogios de Franz Liszt, Friedrich Wieck, Giacomo Meyerbeer, Ignaz Moscheles, el crítico musical Ludwig Rellstab y el niño prodigio, Anton Rubinstein. Filtsch comenzó las giras de conciertos por Europa a la edad de 13 años. Después de triunfar en París, Londres y Viena, su prometedora carrera se vio interrumpida por una muerte temprana en Venecia el 11 de mayo de 1845 por tuberculosis.

Según numerosas cartas de Chopin y sus conocidos, Chopin consideraba a Filtsch el intérprete más digno de su música. Un amigo de Chopin, Ferdinand Denis, informó en un artículo en Der Humorist de Viena en febrero de 1843 que en una ocasión, después de escuchar a Filtsch, Chopin exclamó: ¡Dios mío! ¡Qué niño! Nadie me ha entendido como lo ha hecho estaoe niño. No es una imitación, es el mismo sentimiento, un instinto que le hace tocar sin pensar, como si no pudiera ser de otra manera. Toca casi todas mis composiciones sin haberme escuchado tocarlas, sin que se le muestre lo más pequeño, no exactamente como yo, porque él tiene su propio sello, pero ciertamente está muy bien

Fuente: Carl Filtsch

30 de marzo del 19

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Undo es la historia de un hombre que encuentra un libro sobre su propia vida. Intenta cambiarlo, pero al cambiar el libro ¿cambiará su vida?

29 de marzo del 19

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Juan de Barroeta y Anguisolea, que nació en Bilbao en 1835 y murió el 10 de abril de 1906, fue un pintor español y una de las figuras más representativas del retrato en el País Vasco.

Hijo de pintor, su padre le introdujo en el arte donde Barroeta se sumergió con facilidad. En 1841 se trasladó a Madrid para estudiar en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Trabajó en el estudio de Federico Madrazo, por quien estuvo muy influenciado, y conoció artistas de la talla de Vicente Palmaroli y Casado del Alisal.

Trató de obtener, pero se le negó, una plaza de pensionado en el Academia Española de Bellas Artes de Roma, por lo que volvió a Bilbao. En su ciudad natal fue pronto reconocido como un gran artista y buena parte de la burguesía vasca lo llamó para que les retratase, llegando a pintar al rey Alfonso XII durante un verano en San Sebastián y a numerosos personajes vizcaínos de la época como Domingo Epalza Larraondo y su esposa Encarnación de Palacio Muruaga; a Casilda de Iturrízar, Vda de Epalza; a Fidel Sagarmínaga; a los Sres Zayas, Achúcarro, Ampuero, Amann, Ybarra, Osante, Novia de Salcedo, Villabaso, de la Sota y otros muchos miembros de la alta burguesía vizcaína.

Participó también Juan de Barroeta en la convulsa vida política del país, vinculado al liberalismo, llegando a combatir durante el tercer sitio de Bilbao como defensor de la ciudad en la guerra Carlista.

Destaca por su pintura realista y la sobriedad de los colores, acercándose al arte fotográfico. La mayoría de sus obras catalogadas, más de 270 retratos, se encuentran en fondos particulares. No obstante se puede apreciar su obra en el Museo de Bellas Artes de Bilbao.

28 de marzo del 19

28/03/2019 § Deja un comentario

Dicen que la siesta alarga la vida. Los descansos son buenos en un mundo en el que falta tiempo. Aprovechemos cualquier momento para echar una cabezadita, el cuerpo nos lo va a agradecer

27 de marzo del 19

27/03/2019 § Deja un comentario

El último antepasado común universal, conocido por sus siglas en inglés LUCA o Last Universal Common Ancestor, es el hipotético primer ser vivo del cual descienden todos los existentes. Como tal, es el antepasado común más reciente de todo el conjunto de organismos vivos actuales y probablemente también de todos los conocidos como fósiles, aunque no se puede descartar teóricamente que se identifiquen restos de otros seres vivos de la misma o mayor antigüedad que él. Se estima que vivió hace alrededor de 3.500 millones de años.

Esta hipótesis surge en 1859 cuando Charles Darwin publicó El origen de las especies, sosteniendo que habría habido solo un progenitor para todas las formas de vida. Afirmó en suma: …debo inferir la analogía de que probablemente todos los seres orgánicos que han vivido en esta tierra han descendido de una forma primordial, en la que la vida respiraba primero. Así pues, la idea del ancestro común es un principio fundamental de la teoría evolutiva.

El hecho de que debió existir un solo ancestro universal se hizo patente por primera vez en los años 1960, cuando el código genético fue descifrado y se encontró que era universal. El hecho de que el código genético sea universal para todas las formas de vida nos indica que todas ellas están relacionadas.

Es muy difícil conocer las características que pudo haber tenido un organismo que existió en tiempos tan remotos, si acaso no es una tarea virtualmente imposible, especialmente porque la transferencia horizontal de genes produce importantes perturbaciones al momento de comparar los diversos árboles filogenéticos. Hay acumulación de mutaciones a lo largo de miles de millones de años, además de eso los genes se pierden, se ganan o se intercambian; de tal manera que imaginar la estructura celular, pared, bioquímica, metabolismo y respiración de LUCA, puede resultar muy especulativo.

Fuente:LUCA.

26 de marzo del 19

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EL PRINCIPE

BEARN.-[al tiempo que se aparta de los Obispos] Los recuerdos, Señor, son sedimenmtos de complicado análisis.
ALFONSO.-A ti te tengo por sabido en alquimias y por amigo; espolea tu memoria con ambas verdades para buscar la transparencia de la historia cierta.
«ALFONSO EL CASTO». Acto II. Escena tercera..
[Pedro de Courcières]

Una saga escandinava, cuyo nombre le resulta difícil de decir a cualquier latino, ofrece constancia de los hechos que ahora narraremos. Con difusa imprecisión entre sus límites se aproximan aquí verdad y fantasía; pues, tanto realidad documentada como fábula de transmisión oral, comparten en esta narración aparentes inexactitudes. Así, al menos en su esqueleto, la presente leyenda no resulta inoportuna en un manual de Historia; mas, tal como la contamos, contiene algunos fallos que la remuneradora visita al lugar de los acontecimientos permite intuir, al mismo tiempo que valida el fondo del relato. Las mencionadas falorias aluden a la parte narrativa que se refiere al ataque y conquista de la cueva por los sarracenos. Desordenadamente expuestas surgen en las siguientes preguntas: ¿Dónde estaban, cuando el asalto, los navíos de los piratas árabes? ¿Cómo eligieron los atacados tal cueva por campamento? ¿No conocían en Formentera otras más cómodas de defensa? ¿Era una cueva tan abierta a las miradas el mejor lugar para ocultar un tesoro? Si se trataba, como parece, de una guarnición de reducida importancia, ¿qué les incitó a mostrarse a la poderosa flota normanda, e incluso a hostigarla? ¿Por qué exhibieron sus riquezas? ¿Cómo no tenían guarnecida la parte más alta del despeñadero? ¿Es posible que los largos cabos -probablemente de piel de morsa- necesarios para alcanzar el nivel de la cueva, resistieran el peso de las barcas, sujetas como estaban éstas solamente por los estraves de proa y popa? ¿Qué extraña corriente forzó el humo de los haces hasta el último fondo del antro? ¿De qué modo equilibraron los improvisados andamios? A quien visite el lugar de los acontecimientos se le han de proponer, espontáneas, muchas otras cuestiones semejantes, todas de condición ingrata para la narración tal como ha llegado a nosotros; pero, aunque multiplique sus críticas sobre la total verisimilitud de la historia, le ha de resultar placentero imaginar desde la cueva los acontecimientos en parte verdaderos que aquí se cuentan.

Corría el año 1170 de nuestra era. Los bárbaros normandos acudían a la primera cruzada, ya mediada ésta en su cronología. Iban, por supuesto, menos inflamados de ardor religioso, o poseídos de urgencias por combatir en Tierra Santa, que ansiosos de riquezas. Cuando murió en Irlanda el rey Magnus el Descalzo -que lo era de Noruega- su reino fue repartido entre los tres príncipes, sus hijos. Uno de éstos, Sigurdo -ya rey de las islas Orcadas- deseoso de contemplar por sí mismo la realidad de tantas fábulas como los trovadores contaban de Constantinopla, de Tiro, de Antioquía y de Jerusalerm, fletó hasta sesenta velas. Embarcaron en ellas aventureros, bribones, nobles, piratas, peregrinos, pícaros caballeros, ladrones y mendigos; su número puede calcularse casi en dos mil hombres. El genérico nombre de normandos con el que los hemos conocido se aplicaba entonces a daneses, noruegos, suecos, y otras tribus cercanas a su geografía; pero, aparte tales escandinavos, también acudirían francos, sajones y frisones. La ruta no les era desconocida a algunos de los embarcados; pensemos que en 1061 ya habían conquistado los normandos a Mesina, y en 1072 a Palermo (con lo que iniciaban la que había de ser su prolongada estancia en Sicilia).

El príncipe Sigurdo adoptó un pausado ritmo de navegación. Apenas salido de su reino, se acogió a unas largas estadías en la mayor de las islas británicas, donde invernó. En la primavera de 1105 navegó de nuevo, sin urgencias por lo que parece, y llevó su flota a las costas gallegas, que devastó; allí comenzaba la actividad pirata de la expedición, pues dice la Historia que los normandos entraron a sangre y fuego en Jakobsland, es decir, en Galicia, tierra cristiana del rey de Castilla. A furore Normarum libera nos Domine. Se ha comentado ( y no bastante) que resulta una constante histórica el que los naturales de la mitad septentrional de Europa, cuando acuden a los países meridionales -como conquistadores o como visitantes- lo hacen con afán expoliador poco o nada retenido; es la envidia, probablemente.

Antes del verano de 1109, continuando el descenso por la costa occidental de la península ibérica, aquellos salteadores de la mar atacaron con ferocidad, primero las ciudades de Sintra y Lisboa, en poder del alarbe, y después Alcácer do Sal, en el estuario del Sado, que arrasaron de orilla a orilla; semanas más tarde, cerca de Gibraltar, entrando ya en el Mediterráneo, tuvieron un combate naval con una flota sarracena que fue derrotada, pues Alá no le concedió su auxilio y asistencia.

Continuaron su rumbo siguiendo a la inversa la antigua ruta de Roma a Gades; costearon hasta Denia, y allí pusieron proa a las Pityusas. Llegó el príncipe Sigurdo a las puertas tartesas y las atravesó. La flota normanda pasó así entre Ibiza y Formentera, junto a ésta última. Podemos imaginar las sesenta naves, pintadas de rojo las mas; casi cien pies de eslora, veinte de manga y apenas diez de puntal; jarcias y obenques de piel de morsa, velas de tiras de frisa, cosidas con fuertes hilos; estraves bellamente adornados en proa y popa; altos mástiles y largos remos; los escudos de la canalla empavesando las bordas; treinta hombres, por lo menos, en cada navío… Tuvo que ser un espectáculo grandioso, de esos que, imaginados, justifican en el hombre actual apetencias retrógradas.

Era Formentera albergue de piratas mahometanos. Dice la leyenda que tenían fortificada una cueva en la Mola: la que se conoce con el doble nombre de sa Cova d’es Fum y sa Cova d’es Mamelles, lo primero por el humo que ahogó a sus moradores, el otro nombre por sus estalactitas atetadas (*). Está la cueva abierta a tramontana, y sobre el mar. Se dice que los sarracenos, confiados en la inexpugnabilidad de su refugio, hicieron befa de los hombres del príncipe, les arrojaron flechas desde su privilegiada posición, y despeñaron grandes rocas sobre los navíos que pretendían fondear. Al mismo tiempo -continúa la saga-, desde la boca de la cueva, les mostraban sus tesoros y los trataban de cobardes por no subir a buscarlos. (Asombra tanta atolondrada temeridad, merecedora de penas).

Concibió Sigurdo una estratagema (o aplicó una treta que quizás ya conocía de mares más fríos): varios de sus navíos contornearon la Mola (pasando ante las puntas Palmera, Xindria y Roja), y vararon en las arenas de Migjorn. Esto así cumplido, a hombros de sus vasallos normandos llevó por el bosque dos chalupas hasta la eminencia rocosa sobre la cueva de los mahometanos. Fue una marcha difícil, de más de cinco kilómetros, salvando en terreno boscoso un desnivel superior a los cien metros, desde la playa hasta el acantilado sobre sa Cova d’es Fum.

Desde tal punto, atadas cada una con dos gruesos cabos, hicieron descender las dos chalupas con varios de sus guerreros, «tantos como podían contener». Dominada la altura por el artificio de los improvisados andamios, lanzaron flechas y jabalinas sobre los árabes; de modo que fue sencillo obligarlos a refugiarse en el antro. Sigurdo ordenó entonces el ataque del resto de sus hombres, que treparon gritando salvajemente desde el pie del acantilado. Al llegar los normandos a la cueva, los sarracenos se defendieron apoyados en otro muro interior; pero el príncipe hizo que se lanzasen encendidos haces de leña de mata y pino. Y los piratas árabes, que se habían retirado hacia el fondo, murieron unos abrasados y asfixiados otros.

Los normandos, dueños del inmenso tesoro acumulado, abandonaron Formentera y partieron rumbo a Sicilia. Sa Cova d’es Fum guarda ahora otras joyas: esta leyenda del príncipe Sigurdo, y los restos arqueológicos que algún día descubriremos.

(*) Rotas, casi todas, por los visitantes foráneos. por otra parte, la cueva fue recientemente empocilgada por una horda hippie, que la ocupó durante un verano. Actualmente se ha optado por tapiarla, para evitar más destrozos.

Capítulo I: La estatuilla.
Capítulo II: El adiós
Capítulo III: La promesa.
Capítulo IV: Las hermanas.
Capítulo V: La cabeza.
Capítulo VI: El príncipe.

Leyendas de Formentera por José Luis Gordillo Courcières.

25 de marzo del 19

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The birds of América, Volume I es un libro de John James Audubon, con 75 ilustraciones clasificadas por familias con una amplia información que fue publicado en Filadelfia en 1840 por J. B. Chevalier.

Audubon birds of America.pdf

Como es habitual en nuestros posts, les dejamos el enlace al pdf [95.4MB] bajo la ilustración para que aquellos que estén interesados en hojear el volumen lo puedan hacer tranquilamente.

24 de marzo del 19

24/03/2019 § Deja un comentario

Franciszek Lessel fue un compositor polaco nacido en Puławy, en 1780. Su padre, Wincenty Ferdynand Lessel, fue un pianista y compositor de origen checo que fue su primer maestro. Murió el 26 de diciembre de 1838 en Piotrków Trybunalski.

En 1799, Franciszek Lessel fue a estudiar con Joseph Haydn y continuó haciéndolo hasta la muerte de éste. Lessel trabajó como músico de la corte, dirigió la Amateur Music Society de Varsovia y dio lecciones sobre cómo tocar la armónica de vidrio. Posteriormente tuvo trabajos administrativos no musicales.

Su gran trío para clarinete, trompa y piano, op. 4 de 1806 es notable por su contribución a esta instrumentación de conjunto. Entre sus piezas más destacadas se encuentra su Fantasía en mi menor, Op.13, que dedicó a Cecylia Beydale, que fue por un tiempo su amante, hasta que descubrieron que eran hijos de la misma madre.

Su concierto para piano en do mayor opus 14, publicado c.1814, se ha grabado dos veces, una en Harmonia Mundi France en 1993 y más recientemente en un disco lanzado en 2011.

Fuente: Franciszek Lessel.

23 de marzo del 19

23/03/2019 § Deja un comentario

¿Recuerdan a Mazinger ZMajingā Zetto es una serie clásica de manga y anime creada por el dibujante y guionista japonés Gō Nagai. En la ficción, Mazinger Z fue el primer robot gigante tripulado por un protagonista, marcando las bases del género mecha. Tras el éxito de esta franquicia, tomaría fuerza el género conocido como mecha

La historia de la serie trata sobre un grupo de científicos que disponen de un robot gigante en su lucha contra las fuerzas malignas del Dr. Hell, también conocido como Dr. Infierno en algunos países de habla hispana. El manga fue publicado por primera vez el 12 de septiembre de 1972 en el semanario Shōnen Jump. En 2009, la serie se reeditó en un nuevo manga titulado Shin Mazinger Shōgeki! Z hen que incluyó novedades en la historia.​

22 de marzo del 19

22/03/2019 § Deja un comentario

Fernando Calderón fue un pintor montañés nacido en Santander el 30 de diciembre 1928, y fallecido el 12 de abril de 2003 en la capital cántabra. Fernando fue el hermano mayor de una saga de artistas, Ramón (1932-2004), pintor y escultor, y Juan Carlos (1938-2012), compositor, vivió en una casa donde el arte, la música y la literatura, eran lo cotidiano; sus padres recibían en su casa de la santanderina calle del Sol a lo más importante de la cultura.

Desde niño destacó por sus habilidades para el dibujo y la composición, recibiendo elogios de pintores de la talla de Picasso, Cocteau, Solana, Sert y Zuloaga. Teniendo de profesores en sus inicios a los pintores montañeses Flavio San Román y al catedrático de dibujo del Instituto Santa Clara Juan José Cobo Barquera, con tan solo once años ganó un concurso de dibujo de Radio Santander en 1939; y en dos ocasiones (1952 y 1957) el premio Estanislao Abarca, concedido por el Banco Santander.

Se formó en la Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid entre 1946 y 1949 y acudía en ocasiones al estudio del pintor Julio Moisés Fernández Villasante a la sazón Director de la Academia y en la Española de Roma, donde dejó como legado una importante obra mural al abandonar la ciudad eterna, al igual que su producción pictórica de la época que cedió al Museo Vaticano.

Comenzaron entonces sus viajes por Europa, con proyectos como los decorados y figurines del ballet ruso Ishtar, con música de Rajmáninov, experiencia que repetiría en 1976 para diversos montajes de la Opera du Rhin de Estrasburgo. La pródiga exhibición de sus obras, en muestras individuales y colectivas, le llevó por ciudades como San Sebastián, Málaga, Nueva York, México DF, Londres, Río de Janeiro, París, Lieja, etcétera.

Desde sus inicios fue reconocido internacionalmente como pintor mural, siendo los murales de iglesia Panteón de los Duques de Alba en Loeches (Madrid), la obra que más fama le dio y que comenzó con veinticinco años, por encargo del duque de Alba y al fallecer este, su hija y duquesa Cayetana siguió confiando en él para acabar la obra manteniendo durante toda la vida una gran amistad.

En 1970, fue nombrado miembro de la Academia Brasileña de las Bellas Artes, junto con el pintor francés Bernard Buffet (París, 1928-1999) y el escultor británico Henry Moore, ocupando la silla Velázquez.

Años después, en 1975, le llegaría otro reconocimiento al serle concedido el Primer Premio de pintura en la V Bienal Internacional del Deporte en las Bellas Artes celebrada en las Reales Atarazanas de Barcelona, por la obra titulada El rugby Fútbol americano según lo cita Calderón en sus memorias Regreso a Bestiapolis

Ilustró páginas en publicaciones como ABC, Proel y Peñalabra, y libros como Siete cuentos en la Antigüedad de Antonio Ribera, o el poemario Dos dedos en la frente de Carlos Murciano para el que elaboró una carpeta de grabados. La fama y el reconocimiento internacional unánime hacen de él uno de los referentes de la pintura española del siglo XX. En 1982 ilustró Cantabria, sus mitos sus tradiciones recogidos de la tradición oral por el poeta Manuel Llano; perfilados en el dibujo por Calderón en el rico mundo de Arthur Rackman, que sus ojos vieron en su infancia, trasladados a los bosques cántabros. Y los apuntes de la epopeya de este pueblo, de su heroicidad frente a Roma, que llevaron a nuestro artista universal a imbuirse de lleno en los temas regionales, y a concebir el proyecto de una estatua para el caudillo indígena Corocotta.


Sus principales obras son grandes murales, entre los que destacan los del Consulado de España y la Embajada de España en Roma, el Hotel Castellana Hilton de Madrid, el Panteón de los Duques de Alba en Loeches, o el Castillo de Ampudia, Palencia, Aeropuerto de Parayas en Santander, Hotel Chiqui en el Sardinero Santander. También cuenta con varias colecciones públicas y privadas distribuidas por Europa y América, destacando las del Museo Provincial de Santander, el Museo Vaticano, la Biblioteca Nacional, o el Museo de Arte Contemporáneo, Museo Nacional de Bellas Artes de Brasil. Su hermano, Ramón Calderón fue también un reconocido escultor.

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